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Actualidad25-07-2018

 POR ANTONIO MIGUEL YAPUR* Hacer objeción de conciencia ante una interrupción legal del embarazo por parte de un médico

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Objeto tu objeción de conciencia
 POR ANTONIO MIGUEL YAPUR*
Hacer objeción de conciencia ante una interrupción legal del embarazo por parte de un médico, es utilizar un pretexto simbólico, individualista y de sometimiento disimulado en una creencia para quebrar la decisión de una mujer a querer procrear o no.
     

La "Santa Inquisición" culpabilizaba a las mujeres como brujas
Por Antonio Miguel Yapur*
Estos días nos encuentran ante un provocado debate acerca de la despenalización del aborto.
En este mar de opiniones también existen privilegios que aparecen como derechos.
Es llamativo observar como al apelar a un derecho se conculca o niega otro, me refiero específicamente a la invocación por parte de los profesionales de la salud a apelar a lo que se da en llamar objeción de conciencia para realizar una práctica médica.
En esta brega por los derechos, a mi entender aparece una pregunta, ¿tiene prioridad un derecho individual cuando afecta a un derecho social?
Me tomaré la licencia de una elucubración personal, individual, no para generalizar sino para poder explicar algunas cuestiones en relación al ser y hacer de un profesional universitario en nuestro país, Argentina.
Soy ingeniero químico, recibido en la Universidad Nacional del Litoral, el Estado argentino, es decir todos los habitantes de mi país han aportado para que pueda estudiar y ser así un ingeniero.
Esta condición de profesional universitario, me permitió tener mayores y mejores herramientas, mejorar la calidad de vida y desde el punto de vista personal poder trasmitir a mi contexto inmediato esos logros.
Cuando antes mencioné a todos los habitantes de mi país, le doy una categoría absoluta a la palabra todos, pues incluye desde los recién nacidos hasta los ancianos y abarca a los sectores sociales (y por las dudas y si no queda claro, alcanza a nuestros compatriotas con menores recursos económicos y a los que subsisten excluidos de este sistema).
Aclarado el valor de este todos, soy ingeniero químico debido al esfuerzo de una sociedad que aportó para que pudiera lograr mi objetivo personal y en ese contexto sitúo mi mérito individual y no de otro modo.
Pues ahora dejando de lado mi narcisismo no siempre bien satisfecho, afirmo que ningún profesional universitario lo es sólo por mérito propio sino gracias al esfuerzo de toda una sociedad y a pesar de muchos otros que quisieron acceder a una educación superior y que por situaciones de inequidad e injusticia social no pudieron.
El mérito individual es una falacia si no está contextualizado como parte de una construcción social. El mérito individual como tal, aislado, es simplemente la excusa que utilizan algunos profesionales universitarios para lavar sus codicias individualistas, justificar su bienestar económico u otras arbitrariedades.
Es justamente aquí dónde quiero situar la posición de ciertos profesionales de la salud cuando no quieren practicar una interrupción legal del embarazo o cuando se autotitulan defensores de la vida ante la petición de una mujer de querer abortar y contribuyen a que sean tratadas como delincuentes que quieren quitar una vida. Se comportan como dioses que juzgan y determinan sobre la libertad y la decisión de otro ser humano.
Esto tiene mucho que ver con la concepción pecaminosa que le otorgan a la mujer los sectores más retrógrados del cristianismo.
Ustedes lectores, se han preguntado alguna vez, ¿por qué en épocas de la Inquisición las quemadas en las hogueras, las catalogadas de brujas o las ahorcadas en público eran las mujeres y no los hombres?, me estoy refiriendo a los siglos XV, XVI y XVII.
Para más datos, en 1484 el Papa Inocencio VIII emitió la bula "Summis Desiderantes", que legalizó la Inquisición y en 1487 dos monjes dominicanos publicaron El Martillo de las Brujas, un manual de aplicación de la bula papal que instruía procedimientos para magistrados e inquisidores. Luego el emperador Carlos V en 1532 promulgó Constitutio Criminalis Carolina que entre otras cosas, ilegalizó la brujería, el aborto y la anticoncepción.
Martín Lutero quería "matar a todas las brujas".
Juan Calvino pedía que las "exterminaran", y William Perkins proponía eliminarlas.
En Europa continental las quemaban vivas; en Inglaterra y Estados Unidos, las ahorcaban.
Católicos, protestantes, puritanos y anglicanos fueron ideólogos y aplicadores inquisitorios donde la mujer era la causa y el objeto del pecado. En cambio, las iglesias orientales, no concibieron a las mujeres como aliadas del demonio.
Así las mujeres acusadas de seres demoníacos, eran objetos del poder de la época.
¿Por qué daban miedo las mujeres?
Se relataba que las brujas podían castrar a los hombres o volverlos impotentes. También se aseguraba que algunas tenían la capacidad de robar penes a los varones y esconderlos en nidos. Que las brujas llevaban a cabo prácticas sexuales degeneradas; por ejemplo, copular con el diablo.
Pero en realidad y al decir de Silvia Federici, profesora, escritora, activista feminista italiana y estadounidense afirma que la caza de brujas de los siglos XVI y XVII fue instigada por el capitalismo emergente. La masiva quema de mujeres tuvo más que ver con su condición de estorbo, de figuras que no encajaban en la nueva economía, que con su habilidad para cocinar pócimas y charlar con el diablo en sus ratos libres.
El capitalismo nació recurriendo a la violencia extrema. Del comercio de esclavos a la caza de brujas.
Federici también afirma “que el trabajo reproductivo y de cuidados que hacen gratis las mujeres es la base sobre la que se sostiene el capitalismo”.
Y seguro es que la esencia del impedimento al logro de derechos para las mujeres tiene esa base elemental.
Hacer objeción de conciencia ante una interrupción legal del embarazo por parte de un médico, es utilizar un pretexto simbólico, individualista y de sometimiento disimulado en una creencia para quebrar la decisión de una mujer a querer procrear o no.
Oponerse a que el aborto deje de ser un delito, es simplemente un acto de poder, una actitud de clase, cuya raíz es no permitir que la mujer decida si desea o no reproducir mano de obra barata o esclava para seguir sosteniendo el sistema capitalista.
Considerar un delito al aborto, es una cuestión de clase y no una objeción simbólica y mucho menos de fe; tiene poco que ver con la conciencia porque afecta especialmente a las mujeres pobres que desean abortar, ellas son las abominadas como delincuentes.
Las mujeres que pueden pagar por un aborto lo hacen desde hace siglos y lo seguirán haciendo en sanatorios privados con habitaciones individuales, en quirófanos asépticos y con la asistencia de equipos de profesionales, es decir enfermeras, instrumentadores, médicos anestesistas, médicos ginecólogos y si es necesario en el pos aborto tendrán por el mismo precio, la asistencia de psicólogos.
Entonces un médico u otro profesional de la salud que desea hacer objeción de conciencia, tiene que tener en cuenta varias cosas para poder ejercer ese derecho individual; que su título universitario es producto no sólo de su mérito o empeño individual sino del esfuerzo de una sociedad que sostiene universidades públicas y privadas.
Que si su derecho a objetar por conciencia una práctica médica afecta un derecho social, él debe garantizar con prioridad ese derecho social; y por último los médicos y profesionales de la salud que son objetores de conciencia no deben ser empleados del Estado, pues el Estado somos todos y una persona que es atendida en el hospital público no puede ser manipulada por ningún objetor de conciencia que fue formado en una universidad, sea ésta pública o privada.
Existe en una parte del juramento hipocrático de la convención de Ginebra un párrafo donde dice: “No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase”.
Y por fin, hacer objeción de conciencia, implica la responsabilidad de no abandonar a los pacientes y de darles la garantía de que su derecho y su decisión no serán conculcados.
No soy profesional universitario sólo por mí, lo soy porque existe una sociedad que me sostiene como tal y me identifica.
*Ex Docente Universitario - Escritor


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